Series. Stranger Things. Extraños 80 y otras cosas

Presentación conspiranoide

Cosas raras traducido al castellano se ha convertido en el fenómeno para una parte del mercado del pujante mercado de seriéfilos de nuestros días. El formato de las series es sin duda el acontecimiento audiovisual del último lustro. El verso de una historia que estábamos acostumbrados a consumir en las salas de cine ha cedido parte de su espacio a la prosa de un formato que permite desarrollar argumentos, redondear personajes sin las elipsis y sobreentendidos del escueto formato  del largometraje.  Obligado a contar la presentación, el nudo el desenlace de la historia en apenas un par horas.

Stranger Things ha conectado con un público especial convirtiéndose en uno de los acontecimientos en este particular mundo del pasado verano. Podríamos establecer debates si se trata de una serie para adolescentes o para adultos nostálgicos de los 80. Sin entrar en las etiquetas que muchas ocasiones condicionan una mirada más limpia del asunto, se podría decir que el enfoque es para ambos y para otros muchos públicos. Quizá no tenga el calado suficiente para cierto público que busca mayor sofisticación o que quizá se niegue a aceptar porque sí campañas de marketing del estilo Netflix.

Me dejo de disertaciones y voy al grano. Parto de la base de que los 8 capítulos progresan en un tono entretenido, bien tramado, personajes magníficamente construidos bajo la intriga y el suspense de ir enterándose  ¿quién es quién? Se mezcla lo paranormal, lo cotidiano y cierto aire “conspiranoide”. El mundo de dragones y mazmorras se confunden con el enmarañado clima de los turbios agentes gubernamentales. Todo ello “empotrado” en una pequeña comunidad del estado de Indiana, en concreto en Hawkings en 1983.

La sinopsis muy sintética de Stranger Things sería algo así como una historia que narra la súbita desaparición de un niño  durante la década de los 80. Este hecho destapa los extraños sucesos que tienen lugar en la zona, producto de una serie de experimentos que realiza el gobierno. Además, en la ciudad aparecen fuerzas sobrenaturales inquietantes y una niña muy perturbadora.

Todo ello contado desde la clásica triple perspectiva que tan bien funciona en ficciones en general. Trama de niños, una segunda adolescente y la tercera de adultos. Al final todo converge. Porque lo que sucede es lo que hay.

El nudo de los 80

Parto de la base de que no soy muy amante de la nostalgia. Sin fundamentalismos, no creo que por norma cualquier tiempo pasado fuera mejor. De facto me parece que mucho de la gestualidad tiene que ver con un presente que uno no termina de asimilar. Bien porque no era lo previsto, o quizá peor, estás donde querías estar y uno se da cuenta que tampoco la cosa era para tanto. Esta reflexión me lleva obligadamente a la cita de Pio Baroja cuando decía que uno tuviera cuidado con lo que pidiera, por si se hacía realidad.

Regresando a la nostalgia y Stranger Things, no digo nada nuevo si para referirme a esta primera entrega de 8 capítulos de los hermanos Duffer que los años 80 transpiran por todos sus poros. Y aunque en ocasiones la sensación es de collage invasivo tampoco resultoa excesivamente empalagoso.

Comienzo por unos créditos de neón, “art deco” de portada de libros de Stephen King. El propio argumento y esa sensación de películas de terror pre-gore ochentero es un pastiche del afamado escritor de best-seller de terror con guiños de John Carpenter. Confieso que no era yo muy fan de este tipo de material en su momento, pero declaro que en mi entorno todo el mundo se había leído libros King. No sé si enteros porque alguno que otro venía en formato bíblico. Y las películas de ese terror de Carpenter circulaban en los videoclubs con cierto aire. La rozada carcasa del VHS alquilado de la época desvelaba su uso.

El clima está incuestionablemente muy bien trabajado. Desde el vestuario a los cortes de pelo. Así de pronto, me viene a la cabeza ese traje de policía del estilo del zafio polizonte que se complica la vida para intentar atrapar a un tal John Rambo a su regreso de Vietnam en Acorralados. Sin entrar en las andanzas de una serie con tintes de comedia donde el Sheriff Lobo y su torpón ayudante Perkins mezclaban tinos y desatinos para solucionar los casos de su condado.

El corte de pelo de la protagonista Winona Ryder es regresivo, cortado de aquella manera, intencionadamente no colocado. Tan real. Wynona me chifla haga lo que haga, aunque lo haga mal, vaya.

El tablero de niños jugando a dragones y mazmorras. Ese ambiente juvenil de los populares y los no populares en los colegios que se mostraba en tanta comedia juvenil  y cine adolescente en general de la época. Deportistas contra interesados en ciencias en los niños. La lucha soterrada entre el adolescente interesado en la fotografía y la plebe que anda  jugando al sexo, drogas y rock&roll de cada generación. En esto los 80 son como antes y como ahora. Se premia la presencia en el rebaño. Se vive bien haciendo lo que los demás piensan que hay que hacer.

Ya en el mundo adulto se muestra la contradicción entre un panorama general de perdedores que darían su vida por regresar a su devenir cotidiano. Es decir, volver a su vida de siempre, con sus problemas de siempre, con su familia, porque así son felices. Y posiblemente ese sea el triunfo de cada cual.

La música es magistral. “Desde el Should I Stay or should y gonna now? “ de The Clash hasta Joy Division, Echo and The Bunnymen, Bangles, Reagan Youth, Jefferson Airplane y hasta Dolly Parton.

Sí mucho británico para que la historia se desarrolle en el estado de Indiana en Estados Unidos. Pero el  momento musical de aquel momento no tiene comparación alguna con la situación actual. Ahora podemos escuchar lo que se hace, o lo que se hizo en cualquier momento a golpe de streaming. En la época todo dependía tanto de la distribución. Leyendas musicales en un país como Gran Bretaña podían pasar casi desapercibidas en países vecinos, y a la inversa. Grupos que en su país no encontraron eco gozaron una promoción y distribución mayúscula en otros lugares. En la época existían tiendas donde vendían discos de importación, las que sobreviven han girado el negocio hacia los vinilos para coleccionistas. Posiblemente con un material parecido al de entonces.

Y las bicicletas como medio de transporte de los niños que se mueven por la vida. Sin días de la bicicleta impostados, sin candados, aparcándolas a la puerta de donde llegues en el santo suelo. Sin spoilers, o un poquito sí, en un momento de los capítulos finales cuando la pandilla huye en su bicicleta por un momento pienso que la orgía ochentera termina con las bicis voladoras, la luna de fondo, y alguien cogiendo el teléfono con voz atiplada contestando “Mi Caasa”. La cosa no llega a tanto. Hay que mantener las formas, aunque imagino a parte de la audiencia recolectando las referencias de Spielberg, Carpenter, King, y si me apuran de ese género tan genuino del Risky Businnes del joven Tom Cruise o me viene a la cabeza en otro tipo de escenas el mítico Rebeldes de Coppola cuando juntó un puñado de niños y púberes que estaban destinados a hacer camino en el cine. Los apellidos ilustres de aquellos críos eran Lowe, Macchio, Swayze, Cruise, Estevez y Dylon entre otros.

De fondo aparece ese interés por las investigaciones y experimentos sobre modificadores de la conducta y conocimiento humana tan de los 60 y 70 en los EE.UU. En aquel tiempo se realizaron unas pocas de barbaridades en nombre de la ciencia.

En este caso dentro de la trama en la cual plantea la desaparición de Will en extrañas circunstancias cuando regresaba una noche a casa después aparece en la comunidad una misteriosa niña de inquietante pelo corto llamada Eleven

La inquietante niña es la hija de una madre soltera en un hospital que fue arrebatada para experimentar sobre lo paranormal y con el poder de la  mente. Y ésta es una de las claves de toda la historia cuando huyendo de los siniestros agentes gubernamentales se incrusta en la pandilla de los niños que buscan a su amigo  para darle la vuelta a la historia y la vida de todo lo que va tropezando. Sus extraordinarias cualidades al servicio de la comunidad. La pandilla la completan Mike, Dustin y Lucas.

En los 80 se rodaron películas como por ejemplo  la Escalera de Jacob que entre un clima de suspense y terror mostraba al gran público la tesis que contaba como se proporcionó sustancias de para incrementar la agresividad de sus tropas para hacer mayor frente a los “charlies” en Vietnam.

Ese interés por incorporar sustancias a humanos y animales para conseguir un avance en conocimiento o un aumento de agresividad. Para que todo el mundo se entere estoy hablando por un lado de las investigaciones alrededor del LSD y sustancias similares para saltar planos de conocimiento. Luego aquello llegó a la calle, los hippies,Woodstock y por extensión al mundo mundial. Y los avances pretendidos por un lado terminaron en adiciones y exterminios de neuronas.

Otro largometraje como por ejemplo Proyecto Nim hablan del uso de modificadores de diverso corte para conseguir que un chimpancé se comportara como un humano. El fracaso del proyecto fue la infelicidad de un animal que no podía ser lo que no era.

 

Saltando a otro tema, y aunque parezca mentira había vida antes de google. Los foros de conocimentos obligaban a desarrolar alguna habilidad social, aunque sea para ir a la biblioteca más cercana y sacarte el carnet que te permitía consumir lo que fuera a golpe de alquiler. EN los capítulos finales hay un momento entrañable cuando el adorble Dustin llama por teléfono a su profesor de ciencias un sabado noche para preguntarle temas científicos. Es dcir, a falta de google vivan los libros y los profesores. No es tan instaneo pero cuenta con alguna ventaja.

Desenlace opinado

Y cierro Stranger Things con el temor de la segunda temporada. Sin pasiones fundamentalistas la primera temporada es razonablemente entretenida. Tampoco la subiría a ningún trono que la encumbre a lugares privilegiados en mi santuario particular. Por un lado me engancho para ver el desenlace y por otro me decepciona. Los referentes a los 80 me mantienen atentos a la historia, pero en realidad deseo que los capítulos pasen, solo me interesa ver el final de todo aquello. Al final la historia queda redonda. El “happy end” viene a ser algo así como que la vida sigue igual que antes sin la catarsis tan recurrente de todo lo pasado. La pandilla sigue con sus dragones y mazmorras, la hermana adolescente de Mike no deja a su novio de toda la vida, y la amistad del policia y la madre de Will (Winona Ryder) no progresa más allá.

Hasta aquí todo bien, pero la última escena se me junta con el anuncio de la firma de la segunda temporada. Ya tienen trabajo los guionistas para evitar fiascos del tipo Doctor en Alaska sin doctor, Prison Break sin cárcel, un doctor House en busca de sentido. Ojo a los chicles, a ver si se van a poner estirar lo que lo mismo ya no de más de sí. Aquí acabo con la frase de un amigo, segundas partes nunca fueron buenas a excepción de El Padrino.

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